8 de junio de 2012

CAPITULO I

Livia abandonó con gran pesar de manos de su padre el templo que durante once años había sido su hogar. Lugar del que su madre siempre quiso formar parte; al igual que sus abuelos maternos que vieron negada la entrada de su hija, la cual no corrió esa suerte, no fue seleccionada. Su madre siempre pensó que no fue aceptada debido quizás a su evidente cojera además su carencia de belleza, lo que suponía otro problema: todas las vestales destacaban por su gran belleza.
Así que su madre, cuando tuvo uso de razón,  prometió a la misma Diosa que la primera de sus hijas sería ofrecida para servirla en su nombre. Y así lo hizo. Desde muy temprana edad los padres de Livia desearon que ingresara en dicho Templo. Principalmente por voluntad de su madre, gran  idólatra de la Diosa Vesta; la diosa del Fuego y del Hogar romano.
Livia era una niña preciosa, muy inteligente y llena de vida, además de contar con una perfecta condición física. Su madre fue la encargada de aleccionarla no solo en las cuentas y demás, sino también en las leyendas sobre los Dioses y Héroes romanos. También la instruyó adecuadamente en las doctrinas vestales. Llegado el momento, la niña sería llevada por sus padres de la mano hacia el templo voluntariamente tras hacerse pública la muerte de una de las seis vestales del templo.
El Rey en un principio era quien llevaba a cabo dicha selección, que posteriormente recayó sobre el Pontifex Maximus, el cual debía elegir a una niña para reemplazar una baja dentro de la orden y así mantener el número sagrado de seis vestales. En un principio fueron dos las vestales que componían la orden, para luego pasar a ser cuatro y por último seis, el número mágico.
La selección o captio, consistía en que el pontífice eligiera entre un grupo de veinte niñas a la candidata más apta para ese nuevo puesto o puestos; dependiendo de las vacantes. Esta nueva vestal debía cumplir una serie de requisitos entre los cuales el primero era el referente a su edad, que debía estar comprendida entre los seis y diez años. La edad con la que se aseguraban su virginidad, otro requisito fundamental para ser una vestal. Además debía ser muy hermosa, sin ningún tipo de defecto físico; con ello se aseguraban de que ninguna familia no intentaran librarse de una hija a la que posiblemente no pudieran desposar debido a su falta de belleza o por cualquier otro tipo de defecto físico.
Pero algunas familias de las más prestigiosas de Roma comenzaron a negarse a ofrecer libremente a sus hijas como vestal. Esta negativa se hizo cada vez más habitual, por lo que se fueron dando algunos casos en los que las niñas eran arrebatadas a sus familias a pesar de que sus padres se opusieran a ello. Fueron casi arrancadas del seno familiar, robadas en muchos casos. Lo que originó que muchas de estas familias comenzaran a mover todas sus influencias ya fueran políticas o sociales para evitar tener que entregar a sus hijas. Era la única forma que encontraban para poder salvar a sus hijas de ser seleccionadas.  
Pero la escasez de candidatas hizo cada vez más frecuente lo que llevó al Pontifex Maximus junto con las Maxime Vestale a decidir ampliar la selección. Así que dicha selección tendría lugar también entre las hijas de ciudadanos romanos anónimos. 
Estas niñas de familias anónimas debían haber desarrollado durante su corta vida, labores consideradas por la sociedad romana como decentes y honradas. El requisito imprescindible era que todas debían de provenir de familias residentes en Italia, de padres libres y que ambos estuvieran vivos durante dicho ofrecimiento
Pero su caso fue diferente... Livia fue presentada libremente a la edad de seis años; por lo que automáticamente fue la elegida por el Pontifex Maximus, sin que éste recurriera a la selección de las veinte candidatas. 
Ella provenía de una importante familia aristocrática, muy influyente y reconocida en Roma. Sin olvidar que muchas mujeres de su familia habían prestado servicio como vestales, algunas de ellas muy reconocidas.
En su familia prevalecía esta costumbre desde años atrás. Su abuela materna fue una Máxima Vestal, así como su bisabuela; las cuales tras ofrecer sus servicios durante los treinta años que duraban sus votos, decidieron abandonar sus funciones en el templo para casarse y formar una familia. Su abuela materna Atia siempre contó con el amor incondicional de su abuelo que la esperó.  Casos como éste eran pocos, pues la mayoría de las vestales al verse  despojadas de su juventud, preferían quedarse en el templo para adoctrinar a las nuevas aprendices.
Por otro lado... todos los matrimonios concebidos en su seno familiar, tanto en el materno como en el paterno, se llevaron a cabo mediante el confarreatio únicamente; la única forma de matrimonio imprescindible para todas aquellas familias o parejas que deseaban que sus hijas fueran vírgenes vestales. Un matrimonio que estaba sólo reservado para aquellas parejas cuyos padres ya estuvieran casados mediante este tipo de enlaces, como era el caso de sus padres... 
A Livia siempre le gustó escuchar hablar a su madre sobre las vestales de su familia, pero también le encantaba que le describiera como fue el día de su boda, esa boda mediante el modo confarreatio. Para ella era como un bonito cuento y le encantaba ver el brillo que desprendían los ojos de su madre mientras se lo narraba. Esos días quedaban tan lejos ahora...
“… Mi boda fue un poco complicad, sobre todo por la ceremoni…. Tuvimos varios testigos y fue dirigida por el mismo Pontifex Maximus y el Flamen Dialis, que es el Alto Sacerdote de Júpiter, un cargo muy importante dentro de la religión de nuestro  amado pueblo. Tu abuelo Claudio me tomó de la mano y me entregó a tu padre en un precioso gesto que le arrebató más de una lágrima...
Se llevó a cabo como era la costumbre un sacrificio ante Júpiter de manos del Alto Sacerdote… Fue una ceremonia muy bonita, muy ostentosa para mi gusto, llena de lujo; cosas de tu abuela … Fue fantástica, preciosa… 
Mediante una procesión toda mi familia así como muchos de nuestros amigos más cercanos me acompañaron hasta la casa de tu padre donde comenzaría mi vida como su mujer al día siguiente… Todos gritaban:
- ¡Thalassio, Thalassio…!; pues cuenta la leyenda que cuando Roma fue fuendada muchos hombres carecían de mujer, así que raptaron a las Sabinas. Entre ellos, uno consiguió raptar a la sabina más hermosa y deseada. Todos los demás intentaron arrebatársela gritando: ¡Thalassius! ¡Thalassius!. El cual era el joven más  apuesto y reconocido de Roma, lo que desmotivó al resto para seguir con su empeño en el intento de quitársela. Thalassius llegó sin ningún tipo de problemas a su casa con la que sería su mujer... 
Por esto se gritaba su nombre en las bodas romanas. Es una forma de asegurar que la novia llegue a casa de su futuro esposo sin problemas alguno, como la bella Sabina… Es  una tradición muy hermosa…”

2 comentarios:

  1. Que interesante historia, y de la antigua Grecia! Me encanta la historia clásica y tu historia promete muchas emociones!!!
    Te sigo, ¿vas a seguirla?...que ganas de leer más!!!
    Un beso!!!

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  2. Muchas gracias Raquel la verdad es que es una historia que comence hace años y que he sacado del cajón de los recuerdos.
    Mi intención es terminarla pues está casi terminada, lo que si... es que necesita alguna que otra revisión y reajustes.
    Me alegro mucho que te guste...

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