9 de junio de 2012

CAPÍTULO II

Durante el largo trayecto que separaba el templo de la villa familiar... Livia comenzó a rememorar diferentes acontecimientos tras su ingreso en el templo, su vida en el mismo hasta la inesperada llegada de su padre al templo…
“... El Pontifex Maximus captó a Livia tomándola de la mano y quitándosela a su padre de las suyas le dijo:
 -Te tomo, amada...-diciendo esto la guió de la mano hacia la que sería su nueva morada entregándola a la Virgo Vestalis Máxima. En esta ocasión no fue necesario llevar a cabo una elección tras la muerte de la Vestal Clio, la cual tras varias semanas enferma terminó sus días alejada de su hogar cuando apenas contaba con tres años dentro de la orden.  Livia fue presentada voluntariamente por sus padres para suplir esta baja y como cumplía claramente con todos los requisitos que se le exigían a una candidata para dicho puesto fue admitida de inmediato.
De la mano del Pontifex Maximus fue conducida hacia templo para después entrar en la Casa de las Vestales dejando tras ella a sus padres; puesto que le estaba prohibida la entrada a los hombres en esta casa.  Solo el pontífice podía entrar en ella, y tras saludar a la Virgo Vestalis Máxima, depositó la mano de la pequeña en las de ésta. La suma sacerdotisa tomándola fuertemente de su mano derecha la arrastró hacia el interior de la Casa de las Vestales, cerrando las grandes y pesadas puertas tras ellas.
Dicha casa era en sí un palacio de tres pisos y con algo más de 50 habitaciones, estaba situada en el antiguo Foro Romano. Así como el santuario, que estaba aledaño a la casa formando así un conjunto continuo al que denominaban el AtriumVestae.
La casa estaba construida alrededor de un elegante atrio, un gran patio que contaba  con un doble estanque. En el pórtico se encontraban las majestuosas estatuas de mármol de las vestales-máximas, supremas sacerdotisas de la orden de la diosa. Estaban elevadas sobre un pedestal desde donde se podían apreciar sus atributos.
Livia recordó el pavor que le produjo la primera vez que vio la estatua de Numa Pompilio, el que fuera fundador del culto a la Diosa Vesta. Esta estatua estaba situada al este, dentro de una sala abovedada y abierta.
Su habitación se encontraba situada alrededor del gran patio rectangular, con sus dos estanques y con las estatuas de las vestales más importantes. Cuanto le encantaba escaparse por las noches y bañarse desnuda en aquellos estanques bajo la nítida luz de la luna. De haber sido descubierta el castigo habría sido severo, lo sabía bien... pero siempre fue más escurridiza que una lagartija; eso le decía su madre continuamente cuando huía de cualquier trastada que había hecho...”

Volvió a recordar con tristeza el día que tuvo que abandonar su hogar para ingresar en el templo. Este día se presentó como un día negro, nefasto en un principio... pues era la primera vez que se alejaba de su familia. El tener que distanciarse de su madre así como de su querida hermana Julia que apenas contaba con unos meses de vida cuando ella partió; le supuso un gran dolor, tanto casi como una pérdida. Para ella eso fue un golpe tan fuerte como incomprensible. Su pequeña mente de seis años no podía entender el porqué de aquello, porque la abandonaban allí. Acaso...  ¿ya no la querían…? Pero pronto tuvo que comprender el fin de aquel hecho, recordando todas las historias que su madre le solía contar sobre las vestales y la importancia de formar parte de ese selecto grupo de sacerdotisas.
Aquel día halló el consuelo el recuerdo del dulce beso que su madre le regaló al despedirse de ella, así como el fuerte abrazo de su padre; el cual pudo sentir en lo más profundo de su corazón. De su pequeña hermana recordó tomar para sus horas de soledad, una pequeña mantita de lana con la que su madre solía taparla. Dicha mantita conservaba el aroma de la pequeña... Pero ahora dónde hallaría dicho consuelo...
A la salida de Roma no pudo evitar volver la vista hacia atrás. Allí quedaba su vida actual y tras abandonarla debía enfrentarse a una nueva, llena de incertidumbres y de ausencias. Una vida desconocida para ella pues los once años apartada de su familia habían hecho mella en su personalidad así como en sus existencia y costumbres...
–¿Qué será de mí ahora padre...? –le preguntó a su padre. Éste no sabía que responder, puesto que ni él tampoco conocía con certeza lo que el futuro le depararía.
–Estate tranquila hija mía, los Dioses nos guiarán en este nuevo camino que debemos emprender solos. Siento tener que haberte arrebatado de la orden, pero comprenderás que ahora te necesito a mi lado más que nunca... –Estas palabras le hicieron recordar la llegada tan repentina de su padre al templo...

“... La llegada de su padre al templo de Vesta ya fue anunciada por la propia Diosa al Máximo Pontífice. La misma Vesta se le presentó una noche y tras mostrarle lo acontecido a la madre y hermana de la vestal Livia filia de Marco Primo Baro, le comunicó su deseo así como su orden de que a la joven le fueran perdonados los votos; pues Ella tenía predestinado para la joven vestal una serie de cometidos que debería de llevar a cabo en su nombre fuera de las paredes del templo.
El pontífice aceptó sin discusión alguna la decisión de la Diosa y así se lo hizo saber a la mañana siguiente a la Virgo Vestalis Máxima, la cual se lo comunicó de inmediato personalmente horas antes de que su padre se presentara en el templo.
Las noticias que traía su padre no eran muy halagüeñas... Su pobre madre y su única hermana de apenas once años de edad; los mismos que ella llevaba ingresada en el templo prestando sus servicios a la Diosa... fueron muertas en una agresión en el centro de la ciudad. No se sabe quién o quiénes fueron los que dieron muerte a madre e hija, pero todo hacía pensar que se trataba de un simple robo, en un principio. Robos que estaban siendo cada vez más continuos en aquellos días.
Livia tras oír esto, no pudo evitar caer de rodillas al suelo, se sintió mal, mareada por aquel horroroso acontecimiento. En cierta medida se sentía culpable de no haber estado con ellas en ese momento... Quizás los hechos no se abrían tornado así si ella las hubiera acompañado;  ella lo podía haber evitado incluso con su vida, anteponiéndola a la de su adorada madre y su querida hermana Julia...

– ¡Ho Dioses!... ¿por qué me castigáis así? He cumplido con mis votos... no merecía este premio... ¡Hay, sólo espero que esos asesinos tengan el castigo que se merecen...!
– ¡Levántate...! No es digno de una Vestal esta actitud frente a los designios de los Dioses... Eleva tu alma y libérate de tu dolor... Grita, grita con fuerza y limpia tu espíritu del sufrimiento así como tu mente... –las palabras pronunciadas por la Máxima Vestal le reconfortaron en cierta medida, lo suficiente para que de la mano de su padre abandonar esta vez el templo...”

No pudo evitar entre lágrimas gritar fuertemente como ya lo hiciera en aquel preciso momento... desgarrada por el dolor se aferró al brazo de su padre que sabía bien cual eran las causas de aquellas lágrimas, pero a las cuales no encontraba las palabras justas para calmarlas. De nuevo sentía como la arrebataban del lado de su madre y de su hermana.
Pudo comprobar como se ahogaba en sus propias lágrimas... Trataba de convencerse a sí misma de que todo sería pasajero, que era un mal sueño del que pronto se despertaría. Pero tras sentir el contacto del brazo de su padre sobre sus hombros para abrazarla le hizo ver que todo era tan real como ella misma.
En su mente retumbaban una y otra vez aquellas palabras que su madre le regaló el día que ingresó en el templo de Vesta. Palabras que expresaban lo orgullosa que se sentía de ella y que la reconfortaron notablemente… También ansió como en tantas y tantas ocasiones que su constante sueño en el cual tras abandonar el templo su madre la esperara a las puertas de la villa se hizo más fuerte sí cabía. Pero esto no sucedería nunca más…  
Las horas se volverían a tornar eternas como en los primeros días  tras su ingreso en el templo.  Dichas horas darían paso nuevamente a largos días, los días a meses y los meses darían paso a largos años en los que no podría volver a ver el dulce rostro de su amada madre ni podría disfrutar de sus tiernos besos...

Tornó la mirada al cielo y percibió la pronta llegada de una tormenta que les amenazaba con echárseles encima; avanzaba despacio pero con firmeza. Las figuras de los grandes árboles del camino fueron languideciendo entre las cortinas que se formaron en sus ojos a causa de sus lágrimas. Figuras que  trasladaron su mente así como sus sentidos nuevamente a aquel día en el que tras ser separada de su familia y ser conducida al interior del templo,  le  fueron cortados muy cortos los cabellos y la vistieron con una túnica blanca de lino adornada con una orla de color púrpura... Tras esto fue suspendida de la rama de un gran árbol por las muñecas, con lo que demostraría que ella ya no dependía de su familia sino que obedecería, servía  y se sometería a los designios de la Diosa Vesta; que era digna del puesto que se le concedía.
Si el dolor en aquel momento no logró destruir su ánimo ahora debía ser igualmente de fuerte puesto que su padre la necesitaba así a su lado más que nunca...

5 comentarios:

  1. Estupendo capítulo, me muero por saber lo que los dioses esperan de ella y que la va a pasar.
    Hasta el siguiente!!! Besos!!!

    ResponderEliminar
  2. Pues tendrás que seguirla en su nueva andadura, la diosa le tiene provisto duras pruebas...
    Gracias por leerla ;)

    ResponderEliminar
  3. A la espera del próximo... ;)

    ResponderEliminar
  4. Ala espera del próximo

    ResponderEliminar
  5. Ahhhhh!!! yo quiero seguir leyendo!!!! Ojala y pronto publiques más... Bendiciones! ))O((

    ResponderEliminar